Señor, déjeme donde pueda
La filosofía del «señor, déjeme donde pueda» gobierna, sintetiza y explica el funcionamiento de nuestro transporte público.
Cuando un pasajero dice «señor, déjeme donde pueda», está expresando también sus convicciones profundas sobre el tráfico y el caos urbano que padece:
- Sé perfectamente que las paradas no importan. Por eso, si usted solo baja un poquito la velocidad, yo salto y con el impulso sigo corriendo sobre la marcha.
- Sé que usted, señor, está permanentemente molesto así que no quiero contrariarlo ni aumentar su indignación. Se la pongo fácil: déjeme donde le dé la gana.
- Sé que usted va por el canal exactamente contrario a la parada, pero yo soy un atleta urbano: me bajaré con cuidado a mitad de una vía, saltaré por encima de un motorizado y caeré de pie justo en la acera.
- Sé que esta cola va a estar mucho tiempo sin moverse. Yo soy capaz de bajarme aquí y caminar los 5 kilómetros que me faltan para llegar a mi destino, con la certeza de que llegaré primero.
En definitiva, el «señor, déjeme donde pueda» resume muchas cosas: caos urbano, inoperancia de leyes, abuso de conductores y una larga lista de etcéteras. Una solución podría ser cambiarles el nombre a las paradas y ponerle «donde pueda». Así, por fin, la gente comenzará bajarse donde es.
Tomado de Así es la vía, una publicación que a través del humor de Edo y Laureano Márquez, muestra un retrato del estado de la seguridad vial en Venezuela. Fue publicada en 2013 para celebrar el aniversario de Seguros Caracas y la Fundación Seguros Caracas.