Ser peatón en Venezuela es como estar permanentemente jugando Jumanji. Cada salida a la calle es una nueva aventura, una etapa que superar…

Lance los dados. ¿Le salió un cuatro? Debe abrirse paso entre los conductores que consideran que detenerse en el rayado, raya.

…Lance nuevamente. ¿Un 6? Ignore la pasarela y cruce por debajo de ella. Recuerde que la pasarela está puesta para que cruce por debajo, a la sombra.

… ¿Le salió un 7? Significa que usted está en la Plaza Altamira y el semáforo se dañó. Usted puede llegar al otro lado... Leer más »

San Cristóbal es el santo patrono de los conductores. Es común ver en el tablero de los vehículos una estampa o una medallista. También en los llaveros de los carros se suele encontrar su imagen cargando al Niño Jesús.

Un conductor muy devoto, pero amante de la velocidad tuvo un accidente fatal y llegó al cielo reclamando con urgencia la presencia de San Cristóbal. Ante la llegada de este, el alma del conductor reclamó:

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Las colas se han vuelto tan habituales para los habitantes de las ciudades venezolanas que los días que los días sin tráfico uno se asusta.

La primera sensación que a uno le invade es que sucedió alguna conmoción de la que uno no se ha enterado y que mantiene a todos los conductores en sus casas.

Buena parte de la vida de un conductor venezolano discurre en las llamadas colas. En Caracas, uno puede pasar metido en ellas hasta tres horas diarias en un día de semana. En una vida de 80 años, cualquier habitante del país podría pasar 10 años en colas fácilmente. Tenemos que inventar qué hacer en estos 10 año. Leer más »

Inolvidable aquel clásico de Disney de los años 50 en el que Goofy, un bondadoso y pacífico ciudadano (o perrodano, sería mejor decir), al subir a su automóvil sufre de una repentina transformación en una especie de monstruo del volante. Definitivamente, el carro nos transfigura. He aquí algunos síntomas de que usted está sufriendo la mutación:

• Su acelerador le resulta insuficiente.
• Siente que los peatones no son humanos sino zombies a los que hay que quitar del camino.
• Está convencido de que es capaz de retar a duelo a otro conductor por un puesto para estacionar.
• No contiene las ganas de cambiar cinco veces de canal cada 10 metros.
• Siente la necesidad de pasarle por encima al conductor que va adelante.
• Toma el hombrillo como vía rápida.
• Siente unos deseos irrefrenables de colearse o adelantar por donde no le corresponde.
• Le resulta normal adelantar en curvas.
• Nunca le cede el paso a nadie.
• Los lugares inadecuados o prohibidos son para usted una invitación a estacionar.

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La filosofía del «señor, déjeme donde pueda» gobierna, sintetiza y explica el funcionamiento de nuestro transporte público. 

Cuando un pasajero dice «señor, déjeme donde pueda», está expresando también sus convicciones profundas sobre el tráfico y el caos urbano que padece:

• Sé perfectamente que las paradas no importan. Por eso, si usted solo baja un poquito la velocidad, yo salto y con el impulso sigo corriendo sobre la marcha.
• Sé que usted, señor, está permanentemente molesto así que no quiero contrariarlo ni aumentar su indignación. Se la pongo fácil: déjeme donde le dé la gana.
• Sé que usted va por el canal exactamente contrario a la parada, pero yo soy un atleta urbano: me bajaré con cuidado a mitad de una vía, saltaré por encima de un motorizado y caeré de pie justo en la acera.
• Sé que esta cola va a estar mucho tiempo sin moverse. Yo soy capaz de bajarme aquí y caminar los 5 kilómetros que me faltan para llegar a mi destino, con la certeza de que llegaré primero.

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