Niños de 2 a 4 años aprenden seguridad vial mediante juegos
«Así es el semáforo: abajo el verde, en medio el amarillo y arriba el rojo”, explica la pequeña Doris, que acaba de cumplir tres años. Mientras muestra unos bloques de madera hechos especialmente para que los niños reconozcan las señales de tránsito a partir del juego, da una clase de las cosas que uno debe y no debe hacer en la calle o en los vehículos.
En la Guardería Virgen de Copacabana, 80 niños y niñas, entre los dos y cuatro años, cumplen exitosamente el programa piloto de educación en seguridad vial que implementa la Policía Boliviana. Con lo aprendido en las dos primeras semanas, ya identifican fácilmente las señales de tránsito y son conscientes de los riesgos y acciones que deben realizar ante eventos, como un incendio.
«Los niños no debemos ir en la parte de adelante de los autos. Si hay un accidente, atrás es más seguro. ¡Ah! no hay que bajarse de la acera”, recomienda Doris a los que asombrados vemos los frutos de este programa piloto.
«Los niños trabajan con formas básicas, como los cuadrados y círculos. Además de mejorar su psicomotricidad, se van contextualizando con los elementos de seguridad vial como el semáforo, las señales de tránsito, los pasos de cebra y todo lo referente a seguridad vial a través de material didáctico”, indicó el impulsor de este programa educativo, el capitán Melvin Mendoza.
Al igual que Doris, en las pequeñas mesas del espacio destinado al programa en la guardería policial, otros niños juegan con rompecabezas. Pieza por pieza forman señales de: alto, estacionamiento, espacio para silla de ruedas, zona escolar y peligro. Infaltable en los juegos didácticos es la figura de la mascota de la Policía. «Paquito se llama y tiene el chaleco luminoso porque es agente de Tránsito”, comenta tímido otro de los pequeños.
«Cualquiera podría pensar que los niños sólo repiten, pero no es así. Ellos aprenden y aplican estas cosas en su cotidiano vivir”, dice Mendoza, mientras sonríe y nos reta a tomar un examen práctico a los niños.
A su lado la psicopedagoga Grisel Quispe comenta que lo que parecía una idea «loca” se concretó en dos semanas. «Al principio muchos decían que era imposible enseñar normas de seguridad a niños tan pequeños y dudaban que tengamos éxito. Ahora nosotros mismos estamos sorprendidos”, dice.
En una de las paredes, extintores con rostros sonrientes son tomados por los niños. «El fuego sirve para hacer la comida pero es peligroso para jugar”, dice Regina, feliz con un casco rojo, característico de los bomberos.
Como en un simulacro, la niña explica que para escapar hay que ponerse en el suelo y gatear. «Si hay fuego aquí (muestra su ropa) nos tapamos la cara y rodamos”, recomienda y enseña.
«También los niños han aprendido a prevenir la violencia – añade la educadora-. Saben que deben acudir a sus padres o a sus profesores si alguien los lastima. Los pequeños saben que tienen que cuidarse de extraños y, lo que es importante, que tienen que cuidar su cuerpo”.
Para el capitán Mendoza esta iniciativa es un hito importante en la educación boliviana. Si se logra que este programa se incluya en la currícula educativa -asegura- se garantizará nuevas generaciones educadas que alimentarán una nueva sociedad.
Para despedirnos, Doris, junto al capitán Mendoza, nos acompaña a la puerta. Fiel a lo aprendido se acerca a la parte trasera del vehículo de su padre. Se acomoda en su silla y sola se coloca el cinturón de seguridad.
Al ver que nos alejamos por el camino incorrecto, con su tierna voz nos grita: «No bajen de la acera, el auto les puede pisar”. El examen práctico ha sido aprobado.
Fuente: Página Siete