Llévalo bien puesto
El cinturón está hecho para estirarse en caso de choque, no para aguantar el golpe. Esto significa que, ante un impacto, la cinta se deforma –o estira– y gana longitud para que el usuario sufra las lesiones menos graves posibles. Utilizando un símil, sería como los frenos del auto, pero frenando el cuerpo: no sirve para que no te muevas en caso de impacto, sino para aguantar la desaceleración.
Debido a la inercia de una colisión, un cuerpo multiplica más o menos por 50 su peso en un choque frontal a 50 km/h. Por ello, aunque la normativa vigente estipula que la fuerza máxima que debe soportar el cinturón de seguridad es 1.200 kg, todos los fabricantes montan cinturones que aguantan hasta los 3.000 kg.
Esto se traduce –según pruebas de choque con dummies de 1,70 de estatura y 75 kg de peso– en que en el momento del impacto el cuerpo se desplaza unos 25 cm hacia delante antes de volver hacia atrás como consecuencia de que el cinturón se estira un poco primero, para volver a tensarse sobre el cuerpo, sujetándolo firmemente a continuación.
Sin cinturón de seguridad, nuestro cuerpo saldría disparado hacia delante a la misma velocidad que llevase el coche en el momento del impacto y no pararía hasta impactar contra un objeto, bien dentro o fuera del carro. Pero, ¿qué ocurre si llevamos colocada una pinza o una clásica almohadilla de cinturón para tener más holgura y que el cinturón de seguridad no nos moleste?
En este caso, al ir el cinturón más holgado, el cuerpo se desplazará hacia delante más de esos 25 cm que citábamos anteriormente, aumentando la posibilidad de choque brusco contra el volante, el salpicadero o los asientos delanteros. Además, al no estar el cinturón pegado al cuerpo del ocupante, éste con lo primero que golpeará será contra el propio cinturón, produciéndose una rotación muy violenta en la columna vertebral, origen de la mayoría de lesiones medulares.
Fuente: FeuVert