Movilidad compartida: nuevo reto para América Latina
En años recientes se ha redefinido el término transporte público, rompiendo con los paradigmas que existían en el siglo pasado y en los primeros años del siglo XXI. Hoy somos testigos y protagonistas de la evolución de la movilidad urbana.
Los avances tecnológicos unidos a las nuevas preferencias y estilos de vida de los millenials han generado conceptos innovadores como el de movilidad compartida. Si bien es una propuesta que no escapa de discusiones en cuanto a lo regulatorio y sus implicaciones en términos de privacidad, su objetivo final es mejorar la experiencia del ciudadano.
Robin Chase, referente global en economías colaborativas y co-fundadora de Zipcar, propone la generación de nuevas estructuras organizacionales que permitan aprovechar la capacidad ociosa de productos y servicios mediante el “uso en conjunto”, destacando los casos exitosos de Airbnb y ZipCar. Se trata de unir fuerzas entre los diversos actores sociales: individuos, ONGs y empresas locales, industriales, compañías, instituciones y gobiernos.
«Gracias a internet comienza a aparecer una economía colaborativa donde no importa quién es el dueño de algo, todo se construye en colaboración», declaró en una ocasión.
Es allí donde la innovación se instala en el sector transporte tanto público como privado, para ayudar a solucionar los problemas de movilidad de las grandes urbes. La propuesta es que las ciudades comiencen a implementar y promover economías colaborativas junto con formas de transporte limpias, autónomas y compartidas.
El transporte colaborativo se masifica cuando el modelo caracterizado por la propiedad y el uso del automóvil particular empezaron a generar pérdidas incuantificables a causa de, entre otras, la congestión, la siniestralidad vial y la contaminación.
Diversos estudios arrojan cifras reveladoras. Los autores Shaheen y Cohen muestran que en el mundo, el número de vehículos compartidos pasó de 11.501 en 2006 a 104.125 en 2014. En ese mismo periodo, la cantidad de miembros afiliados a estos esquemas pasó de 346.610 a 4,8 millones. Para finales de 2016, Meddin estimó que había 1.188 sistemas públicos de bicicletas, con más de 2.2 millones de bicicletas afiliadas.
En este sentido, existen diferentes ejemplos. Uno de estos es el programa integral de transporte de CAF, que en Argentina contempla el apoyo al Gobierno en la estructuración de una solución tecnológica para el aprovechamiento de big data y su uso en la gestión inteligente del transporte en el área metropolitana de Buenos Aires. El objetivo de CAF es identificar junto con los gobiernos locales cómo la economía colaborativa puede generar inclusión social, utilizando al transporte como una herramienta.
La ciudad de Berlín es escenario de un caso de movilidad compartida. La marca Bosch en conjunto con BCG Digital Ventures y el fabricante Gogoro lanzó a mediados de 2016 un servicio de motos eléctricas. El proyecto inició con 200 unidades. Los clientes pueden encontrar, reservar y usar el eScooter más próximo a su ubicación y, al llegar a su destino, dejar la moto en cualquier lugar del casco urbano.
Madrid es otro ejemplo. En diciembre del pasado año, el ayuntamiento de la ciudad presentó Emov, una empresa que desarrolla servicios de movilidad innovadores en los núcleos urbanos. En ese momento se pusieron en circulación 500 automóviles eléctricos de la marca Citroën-CZero para compartirlos. Los usuarios pueden tomar y dejar el vehículo en cualquier punto de la ciudad que se encuentre dentro de la zona de servicio.
América Latina tiene frente a si dos grandes retos: la equidad y el cambio climático, y la movilidad compartida puede ser una respuesta inmediata a los mismos.
Con información de CAF.com y ABC.es